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Tan solo recuerdos...

18 de febrero de 2016

Tan simple como tirar un plato desechable o lanzar a la basura algo que ya no se quiere conservar, de esa misma manera muchos jóvenes están asumiendo sus relaciones de…

“Vivimos en una sociedad ‘light’, consumista y cambiante que está influyendo notablemente en los compromisos a largo plazo y de por vida”, reflexiona  el  padre Carlos Alberto Romero, S.J,  director del Centro Pastoral  San Francisco Javier, de la Universidad Javeriana.
 
Asegura que hoy la tendencia general  es usar, botar y estrenar.  “Pareciera que ante la dificultad es mejor prescindir de la relación y compromiso y estrenar. Se usa a las personas como a las cosas y se cae en el ‘amor frasquito’, un amor que se acaba y no es el amor decisión, que nos implica y exige, es decir, una vida sin abnegación, sin sufrimiento, sin dolor, sin permanencia, ‘chévere’, suave, sin sacrificio, sin compromiso, que en términos cristianos es vivir sin la cruz”. 
 
Y cuando de matrimonio se trata, los que pueden, le huyen  y quienes están a punto de dar el ‘Sí, acepto’   llegan con la idea de que si no funciona, la puerta queda abierta para que  cada uno agarre  su  camino. Siendo cada vez más pocos los jóvenes que se le miden a casarse y a cumplir con aquello de “Hasta que la muerte nos separe”. 
 
Marisol, una estudiante universitaria, a sus 26 años, no lo tiene en sus presupuestos. “Eso es muy fuerte, es un compromiso tan grande que hoy, en este momento de mi vida, no me llama la atención”.
 
Lo dice con la misma seguridad con la que afirma  querer hacer una maestría en el exterior, reforzar su inglés, viajar y ser una profesional exitosa. Ella también habla como una futura psicóloga, próxima a graduarse, que ha tenido la posibilidad de atender todo tipo de familias con sus problemas y también opina  como la hija de una pareja disfuncional.
 
Casualidad o no, quienes más se resisten a un compromiso y en especial al matrimonio, son aquellos hijos de parejas conflictivas, disfuncionales o separadas. Sin duda, ellos son los menos interesados en repetir una historia que ya vivieron en casa.
 
“Los muchachos que hoy están en edad de casarse son hijos, mayormente, de padres que no supieron construir un matrimonio. Por eso llegan vencidos ante la posibilidad de casarse”, señala Julián Salcedo, quien junto a su esposa  Ana Lucía Garrido, integran el equipo de coordinadores del  Encuentro de Novios.
 
Agrega que quienes tendrían todo para casarse “no quieren comprometerse absolutamente con nada.  La sola palabra noviazgo los asusta. Prueba de ello es que los jóvenes están saliendo y se demoran 6 meses en decir que son novios porque la palabra ‘Novio’ o ‘Novia’ implica compromisos”.
 
Y para evadir ese peso se han inventado una cantidad de términos, ‘Estamos hablando’, ‘Estamos bien’, “pero no sabemos el alcance de cada nivel, como tampoco desde donde y hasta donde van los  llamados ‘Amigos con derechos’”, afirma. 
 
Y quienes se le miden a  establecer un noviazgo y lanzarse a las aguas del matrimonio, adquieren el compromiso sin saber qué puerta están abriendo. 
 
Fanny Janeth Cabrera, coordinadora del grupo Comunidad Parejas Alianza, que orienta los Encuentros Prematrimoniales en la Iglesia  El Templete, cuenta que después del matrimonio han  tenido que escuchar las razones de hombres y mujeres que quieren tirar la toalla y   dudan  cumplir con aquello de “Hasta que la muerte nos separe”. 
 
 “Cuando estalla una crisis y buscan ayuda, muchos reconocen que  llegaron al matrimonio presionados por el papá o la mamá; otros que se casaron porque se querían salir de la casa o que lo hicieron porque la  situación económica del otro era mejor o porque sexualmente se entendían muy  bien. Pero en la convivencia, empiezan los choques con la realidad”.
 
También sucede que muchos se casan creyendo que así “van a resolver sus vacíos emocionales, especialmente,  quienes han tenido una familia disfuncional. Por ejemplo, los que han carecido de mamá, ven en su novia a la  mamá; y si ella creció sin padre, verá en el novio el hombre que la protegerá”, agrega Cabrera.
 
En su experiencia  ha visto casos de hombres y mujeres que dan el ‘Sí, acepto’,  solo por  casarse en la iglesia más lujosa y tener la fiesta más pomposa,  pero sin ser consciente de que el ‘Sí’ es para toda la vida.
 
“Hoy con  dificultad las parejas le apuestan a eso. Vemos  ausencia de Dios en los hogares, así como falta de fe, tolerancia, amor y entrega por el otro. El mundo está dando la vuelta,  todo es rápido, es desechable, la ley del mínimo esfuerzo, del no sufrir y no esforzarme por las cosas, todo lo queremos  bien y rápido”, agrega Cabrera.
 
A través de su trabajo como  orientador en la Vicaría para  la Familia y la Cultura de la Arquidiócesis de Cali,  Diego Fernando Benítez ha observado  un síntoma generalizado en las nuevas generaciones. “No quieren asumir responsabilidades en lo laboral, no se proyectan como estudiantes, hay que rogarles para que estudien. Parece que solo les interesa vivir el hoy, el ahora. No se proyectan a futuro”. 
 
Y en materia de relaciones amorosas ha detectado tres comportamientos particulares, según las edades. “Los adolescentes quieren amor eterno; los  jóvenes un poco maduros prefieren ‘el ensayis’ y los mayores quieren tener ahí una compañía y piensan que,  por mito o por cuestión de edad,  las cosas no van funcionar si se casan”.
 
  Hoy una de las grandes dificultades y peros que le ponen los jóvenes a la frase “Hasta que la muerte nos separe”, radica en que “no alcanzan a percibir cuáles son los compromisos de toda la vida. Hoy se quiere compartir con otro pero sin mucha responsabilidad”.
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