La audiencia 100 del Papa
El Papa en la 100ª audiencia general: anuncia una oración en San Pedro para el 1 de septiembre, Jornada para la Creación
Papa Francisco ha invitado a todos el próximo martes, 1 de septiembre, a una Liturgia de la Palabra en la Jornada Mundial de la Oración para el cuidado de la creación. “En comunión de oración con nuestros hermanos ortodoxos y con todas las personas de buena voluntad –ha dicho al final de la audiencia general-- queremos ofrecer nuestra contribución a la superación de la crisis ecológica que la humanidad está viviendo”. “En todo el mundo –ha afirmado-- las varias realidades eclesiásticas locales han programado oportunas iniciativas para hacer tal Jornada un momento fuerte en vista de la asunción de estilos de vida coherentes”. “Con los obispos, sacerdotes, las personas consagradas y los fieles laicos de la Curia romana –ha anunciado--, nos encontraremos en la Basílica de San Pedro a las 17”.
La oración en el contexto de la vida familiar ha sido el tema de la catequesis de hoy del papa Francisco, que esta mañana en la plaza de San Pedro ha llevado a cabo su 100ª audiencia general, con la presencia de 10 mil personas. Es el tercer argumento del tríptico que anunció el 12 de agosto cuando habló de la fiesta; hace una semana reflexionó sobre el trabajo. “Serviría el Nobel para los padres que encuentran tiempo para los hijos”, ha afirmado el pontífice, que ha invitado a mamás y papás a enseñar la señal de la cruz a los hijos. “El tiempo de la familia, lo sabemos bien, es un tiempo complicado, lleno de gente, ocupado, preocupado –ha subrayado-- no basta nunca, hay siempre tantas cosas que hacer. Quien tiene familia aprende temprano a resolver una ecuación que ni los grandes matemáticos saben resolver”. “Hay mamás y papás –ha añadido-- que de 24 horas hacen 48. No se como lo hacen, pero se mueven y lo hacen. ¡Hay tanto trabajo en la familia!”.
“El lamento más frecuente de los cristianos tiene que ver con el propio tiempo –ha observado--. “Debería rezar más..., querría hacerlo, pero me falta tiempo”. Escuchamos esto continuamente. El disgusto es sincero porque el corazón humano busca siempre la oración, incluso sin saberlo; y si no la encuentra no tiene paz. Pero para que se encuentren es necesario cultivar en el corazón un amor “caluroso” por Dios, un amor afectivo”.
El Papa ha dicho que “podemos hacernos una pregunta muy simple. Está bien creer en Dios con todo el corazón, está bien esperar que nos ayude cuando estamos en dificultad, está bien sentirnos en el deber de agraderle. Todo es correcto. ¿Pero queremos aunque sea un poco al Señor? ¿El pensamiento de Dios nos conmueve, nos sorprende, nos enternece?”.
“Pensemos –ha invitado-- a la formulación del gran mandamiento que sostiene todos los demás: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas las fuerzas”. La fórmula usa el lenguaje intensivo del amor, dirigiéndolo a Dios. El espíritu de la orazón habita aquí antes que nada. Y si habita aquí, habita todo el tiempo y no sale nunca”. Se ha preguntado el papa Bergoglio: “¿Logramos pensar en Dios como la caricia que nos mantiene en vida, antes de la cual no hay nada?. Una caricia que ni siquiera la muerte interrumpe. ¿O pensamos en Él sólo como el Omnipotente creador de todas las cosas, el juez que controla todas las acciones?”. “Todo es cierto, naturalmente –ha continuado--. Pero sólo cuando Dios es el afecto de todos nuestros afectos, llega a ser pleno el significado de estas palabras. Entonces nos sentimos felices, y también un poco desconcertados, porque Él piensa en nosotros y, sobre todo ¡nos ama! ¿No es impresionante esto? Podría símplemente hacerse reconocer como el Omnipotente, dar sus mandamientos y esperar los resultados. Y en lugar de eso Dios ha hecho y hace infinitamente más que esto”.
El Papa ha precisado que “si el afecto por Dios no enciende el fuego, el espíritu de la oración no caliente el tiempo. Podemos también multiplicar nuestras palabras, “como hacen los paganos”, decía Jesús, o mostrar nuestros ritos, “como hacen los fariseos”. Un corazón donde habita el afecto por Dios transforma en oración incluso un pensamiento sin palabras, o una invocación delante de una imagen sagrada, o un beso mandado hacia la iglesia”.
A Francisco le gusta “cuando las madres enseñan a los hijos pequeños a mandar un beso a Jesús o a la Vírgen. ¡Cuánta ternura hay en este gesto! En aquel momento el corazón de los niños se transforma en un lugar de oración. Es un don del Espíritu Santo. No olvidemos jamás pedir este don para cada uno de nosotros. El Espíritu de Dios tiene este modo especial de decir en nuestros corazones “Abbà” --”Padre”, como lo decía Jesús-- en modo que no podremos nunca encontrarnos solos. Este don del Espíritu se aprende a pedirlo y a apreciarlo en la familia. Si lo aprendes con la misma espontaneidad con la que aprendes a decir “mamá” y “papá” lo aprendes para siempre”. Y cuando esto sucede “el tiempo de la entera vida familiar viene envuelto en el amor de Dios y busca espontáneamente el tiempo de la oración”.
“El espíritu de la oración –ha continuado-- devuelve el tiempo a Dios, sale de la obsesión de una vida a la que le falta siempre el tiempo, encuentra la paz en las cosas necesarias, y descubre la alegría de los dones inesperados”.
La oración “brota de escuchar a Jesús, de la lectura del Evangelio --no olvidéis leer todos los días un pasaje del Evangelio--, de la familiaridad con la Palabra de Dios. ¿Existe esta familiaridad en nuestra familia? ¿Tenemos en casa el Evangelio? ¿Lo abrimos alguna vez para leerlo juntos? ¿Lo meditamos recitando el Rosario?”. Es necesario preguntárselo, porque “el Evangelio leído y meditado en familia es como un pan bueno que nutre el corazón de todos. Y por la mañana y por la noche, y cuando nos sentamos en la mesa, aprendemos a decir juntos una oración, muy simple: es Jesús que viene entre nosotros”.
En la oración en familia, “en sus momentos fuertes y sus pasajes difíciles –concluye-- estamos encomendados los unos a los otros, para que cada uno de nosotros en familia sea vigilado por el amor de Dios”.
La tragedia de los refugiados del Kurdistán iraquí ha irrumpido hoy en la plaza de San Pedro, durante la audiencia general de Francisco, a través del testimonio vivo y directo del padre Samir Yousif, sacerdote caldeo, párroco de cinco pueblos en Amadiyak, en las montañas cercanas a la frontera con Turquía. El Pontífice ha querido encontrarse con él personalmente, asignándole un sitio en primera fila, junto a los obispos, justo para confirmar y relanzar su atención al drama que está provocando graves daños, no solo a los cristianos, en esa región.
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