Brasil posee una de las mayores superficies agrícolas del planeta pero casi el 50 % de la tierra cultivable estaba en manos del 1% de la población. La marginación consecuente hizo que algunas personas literalmente no tuviesen un pedacito de tierra donde enterrar a sus muertos o donde “caerse muertos”. Si bien el artículo 184 de la Constitución Brasileña favorecía la expropiación de tierras improductivas a favor de los agricultores que sí desearan cultivarlas, solo tras una larga historia de luchas ello pudo empezar a concretarse.
En ellas, más de 1.600 campesinos fueron asesinados por sicarios de los hacenderos y sólo 8 de ellos fueron condenados. En 1980 un pequeño grupo de expulsados de sus tierras en la región de Río Grande do Sul, acampó en una encrucijada de latifundios, exigiendo su derecho a tener una tierra en donde trabajar.
Cinco años más tarde, al amparo de la comisión “pastoral de la tierra”, de la Iglesia Católica, muchas de esas luchas se fueron uniendo y organizando hasta dar lugar en la ciudad de Curitiba, estado de Paraná, con la participación de 1500 delegados de todo Brasil, a la creación del movimiento de los trabajadores rurales sin tierra de Brasil, denominación que se sintetizó luego en la sigla MST. Se trata del movimiento social más grande del mundo.
Y si bien su primer objetivo, - encerrado en el lema "otro mundo es posible"-, fue el de concretar una reforma agraria, se convirtió en una propuesta de construcción de una nueva cultura. El movimiento que agrupa a millón y medio de personas, con 5.000 asentamientos a lo largo y ancho de Brasil y , con cerca de 5 millones de personas trabajando en ellas, ha alfabetizado a 30.000 personas, ha desnaturalizado la esclavitud infantil presente en muchas de las haciendas de entonces.
"En su larga y fecunda historia, el Movimiento de los Sin Tierra ha formulado claros principios filosóficos y pedagógicos. La educación que practican en sus comunidades está orientada a la transformación social y a la institución de la solidaridad. Diseñan e implementan una educación por y para el trabajo y la cooperación, orientada a la promoción de las distintas dimensiones de la persona: filosófica, cultural, religiosa (dentro de la teología de la Liberación) y a los valores (humanistas, socialistas) y concebida como un proceso permanente de formación y de transformación humana" (…) "Tal como lo establecen en su declaración de principios han considerado como 'ingrediente decisivo, el amor: el amor por el otro, por los otros'".




