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La oveja extraviada no se perdió, la encontró y rescató el amor del pastor

5 de diciembre de 2016
La oveja extraviada no se perdió, la encontró y rescató el amor del pastor

El Evangelio de la oveja perdida fue el eje sobre el que reflexionó el Papa, con la alegría por la consolación de Dios que nunca deja de buscar a los seres humanos. El…

«¡Quién no se deja acariciar por el Señor está perdido! ¡Quién no conoce las caricias del Señor no conoce la doctrina cristiana!». Lo dijo el Papa en la homilía de la Misa en la Capilla de la Casa Santa Marta este 6 de diciembre de 2016. «Este es el anuncio alegre, esta es la sincera exultación que nosotros queremos hoy. Esta es la alegría, esta es la consolación —afirmó el Pontífice, según indicó la Radio Vaticana— que buscamos: que venga el Señor con su potencia, que son las caricias, a encontrarnos, a salvarnos, como a la oveja extraviada, y a llevarnos al rebaño de su Iglesia».

El Evangelio de la oveja perdida fue el eje sobre el que reflexionó el Papa, con la alegría por la consolación de Dios que nunca deja de buscar a los seres humanos. El Señor «viene como un juez —explicó Francisco—, pero como un juez que acaricia, un juez que está lleno de ternura: hace de todo para salvarnos». No llega «a condenar, sino a salvar», busca a todos, ama personalmente, «no ama a la masa indistinta», sino que «nos ama por nombre, nos ama como somos».

La oveja extraviada «no se perdió —comentó— porque no tenía la brújula en la mano. Conocía bien el camino»; se perdió porque «tenía el corazón enfermo», nublado por «una disociación interior», y así escapa «para alejarse del Señor, para saciar esa oscuridad interior que la llevaba a la doble vida»: formar parte del rebaño y alejarse en la oscuridad. Dios «conoce estas cosas», y «va a buscarla».

Es Judas, el discípulo que traicionó a Jesús, «el ícono de la oveja extraviada» a la que va a buscar el pastor. Judas es «un hombre que siempre, siempre tenía algo de amargura en el corazón, algo que criticar de los demás, siempre en disparate. No conocía la dulzura de la gratuidad de vivir con todos los demás. Y siempre, como no estaba satisfecha, esta oveja (¡Judas no era un hombre satisfecho!) escapaba. Escapaba porque era ladrón, iba por esa parte, él. Otros son lujuriosos, otros… Pero siempre escapan porque está esa oscuridad en el corazón que los aleja del rebaño. Es esa doble vida, la doble vida de muchos cristianos, también, con dolor, podemos decir: sacerdotes, obispos… Y Judas era obispo, era uno de los primeros obispos, ¿eh? La oveja extraviada. ¡Pobrecito! Pobrecito este hermano Judas, como lo llamaba don Mazzolari en ese sermón tan bello: “Hermano Judas, ¿qué sucede en tu corazón?”. Nosotros debemos comprender a las ovejas extraviadas. También nosotros tenemos siempre alguna cosita, pequeña o no tan pequeña, como las ovejas extraviadas».

 Lo que hace la oveja perdida, recordó el Papa, no es equivocarse sino que tenía una enfermedad del corazón, misma que el demonio aprovecha. Así fue para Judas, que no comprendió y «al final, cuando vio lo que la propia doble vida había hecho a la comunidad, el mal que había sembrado, con su oscuridad interior, que lo llevaba a escapar siempre, buscando luces que no eran la luz del Señor sino luces como adornos de Navidad, luces artificiales, se desesperó».

Y el Pontífice subrayó: «Hay una palabra en la Biblia (el Señor es bueno, también para estas ovejas, nunca deja de buscarlas), hay una palabra que dice que Judas se colgó, colgó y no “arrepintió”. Yo creo que el Señor tomará esa palabra y se la llevará consigo, no sé, puede ser, pero esa palabra nos hace dudar. Pero esa palabra, ¿qué significa? Que hasta el final el amor de Dios trabajaba en esa alma, hasta el momento de la desesperación. Y esta es la actitud del buen pastor con las ovejas extraviadas. Este es el anuncio, el alegre anuncio que nos trae la Navidad y que nos pide esta sincera exultación que cambia el corazón, que nos lleva a dejarnos consolar por el Señor y no por las consolaciones que nosotros vamos a buscar para desahogarnos, para huir de la realidad, huir de la tortura interior, de la división interior».

Cristo, cuanto volvió a encontrar a la oveja que se había extraviado, no la insultó, aunque hubiera causado mucho daño. En el huerto de los olivos incluso llama a Judas «Amigo». Estas son las caricias de Dios: y «¡quién no conoce las caricias del Señor no conoce la doctrina cristiana! ¡Quien no se deja acariciar por el Señor está perdido! Esta es la alegría, esta es la consolación —afirmó el Pontífice— que buscamos: que venga el Señor con su potencia, que son las caricias, a encontrarnos, a salvarnos, como a la oveja extraviada, y a llevarnos al rebaño de su Iglesia».

Al final Francisco invocó: «Que el Señor nos dé esta gracia, de esperar la Navidad con nuestras heridas, con nuestros pecados, sinceramente reconocidos, de esperar la potencia de este Dios que viene a consolarnos, que viene con poder, pero su poder es la ternura, las caricias que nacen de su corazón, su corazón tan bueno que ha dado la vida por nosotros».

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