La Pasión del Señor, en Roma
En el relato de la Pasión (Jn 18,1 -19, 42) palpita la pregunta: ¿Por qué la salvación de los hombres tuvo que realizarse por este camino de dolor? Y la única respuesta…
La Pasión se presenta como el cumplimiento de las escrituras (Mc 14, 27. 62;15,34), expresión expresión de la voluntad del Padre. La muerte de Cristo se interpreta como un acto supremo de obediencia. El Padre había anunciado en las Escrituras que el Mesías había de padecer y morir. Por eso la muerte de Cristo adquiere un valor salvador y culmina con la Resurrección, prenda de salvación y Resurrección de los cristianos.
Lo que podía haber de escandaloso en la Pasión y Muerte de Cristo desaparece, al ser presentadas como unos hechos dispuestos y queridos por el Padre.
Pero la Pasión no es sólo un hecho de Jesús limitado a sus vicisitudes personales, sino algo que se dilata en la experiencia de la comunidad desde su principio. La pasión de Jesús continúa en la de sus discípulos: la persecución, la enfermedad, la calumnia, la pobreza, la burla, la marginación. Los cristianos reflexionan hoy sobre la Pasión de su Señor para comprender su propia pasión.
En la Pasión y la cruz culmina la vida de Jesús, su obediencia a la voluntad del Padre.
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