No hay justicia para Asia Bibi

No hay justicia para Asia Bibi. La Alta Corte de Lahore, tribunal de segundo grado, confirmó la sentencia de condena a muerte para la mujer cristiana paquistaní acusada…
Fueron traicionadas, de esta manera, todas las esperanzas y la confianza de la defensa, como indicó a la agencia vaticana Fides Naeem Shakir, uno de los abogados de la mujer. Ahora pedirán que el caso pase a la Suprema Corte, último paso posible antes de que se cumpla la condena.
La apelación que había sido presentada en la audiencia que se llevó a cabo esta mañana (finalmente después de una letanía de postergaciones) era amplia y ofrecía muchas circunstancias con las que fueron desmontados, uno a uno, los elementos sobre los cuales los acusadores habían construido la tesis del «deliberado acto de blasfemia en contra del Profeta Mahoma». Esta acusación, que contó con la complicidad de un tribunal de primer grado demasiado blando, había desembocado en una condena de primer grado el 8 de noviembre de 2010 que se basaba en las pruebas de los testigos.
Los principales testigos de los acusadores eran el denunciante Qari Mohammad Salam, Imán de una mezquita de la localidad de Ittanwali, en el Punjab (justo donde nació Asia Bibi y en donde vivió 40 años, con su humilde familia campesina), y dos hermanas musulmanas, también campesinas, que habían tenido una disputa con Asia Bibi, mientras se encontraban trabajando la tierra. Las dos, recordó Asia, se habían negado a beber el agua de la fuente en la que había bebido la cristiana, porque la había vuelto “impura”. La reacción de Asia Bibi, después, se transformó, gracias a la malicia y el rencor de las hermanas, en el «acto de blasfemia».
La situación era bastante clara y, según los principios de la justicia penal, se podía tener un moderado optimismo. Salam, el principal testigo acusador, no se encontraba presente en el momento de los hechos denunciados y nunca escuchó directamente las presuntas palabras blasfemas. Algo absurdo y paradójico, según los cánones normales de los procedimientos penales e incluso según la jurisprudencia: el testigo en un aula judicial no puede basarse solo en lo que le fue referido por terceros.
Los prejuicios personales de las dos mujeres y la ausencia física del principal testigo animaron la confianza de la defensa de Asia, de la que forman parte abogados cristianos como Naeem Shakir, S. K. Choudry, Sardar Mushtaq Gill y también el actual ministro de los derechos humanos de la provincia de Punjab, el católico Khalil Tahir Sindhu. Todos ellos profesionales competentes y con una sólida experiencia de trabajo, justamente relacionada con los casos de blasfemia: las absoluciones y los éxitos que han logrado en los tribunales han sido muchos.
Sin embargo, después de cuatro horas de audiencia, el colegio de dos magistrados, presidido por el juez Anwar ul Haq, rechazó la argumentación de la defensa, que insistía en las contradicciones y la poca credibilidad de los testigos. El juez ignoró además otro elemento clave: la evidente construcción de falsas acusaciones. La blasfemia fue invocada, efectivamente, después de una asamblea que se había llevado a cabo en la localidad días después de la disputa entre Asia y las hermanas. Una prueba más del complot habría sido la demora con la que se presentó la denuncia a la policía, pues resulta registrada el 19 de junio de 2009, es decir 5 días después de los hechos. También al respecto la jurisprudencia se expresa claramente, explican los abogados defensores, y lo hace a favor de la defensa.
«El juez consideró válidas y creíbles las acusaciones de las dos mujeres musulmanas que atestiguaron sobre la presunta blasfemia cometida por Asia», explicó el abogado Shakir. Gravan sobre la decisión del juez los condicionamientos y las presiones por parte de grupos radicales de musulmanes: el de Asia Bibi es todavía un caso simbólico y todavía hay una recompensa para quien mate a Asia Bibi, según la promesa de un imán.
Los magistrados paquistaníes, además, no logran olvidar el homicidio de Arif Iqbal Bhatti, juez de la misma Alta Corte de Lahore, que se verificó en 1997 después de que hubiera absuelto a dos chicos cristianos (Salamat y Rehmat Masih), condenados a muerte por blasfemia en un tribunal de primer grado. Aquel asesinato es una advertencia que amenaza todavía a los tribunales.
A pesar de todos los obstáculos y las fatigas, la batalla legal continuará, pues la familia de Asia se dirigirá a la Suprema Corte, tercer y último grado de juicio en Paquistán. Se prevé, además, una fuerte campaña de movilización internacional.
Tasaduq Hussain Jillani, eminente personalidad musulmana, es quien guía la Suprema Corte y el magistrado más importante del país. Jillani es un hombre que en diferentes ocasiones ha demostrado un juicio ecuánime y equilibrado: todos recuerdan que en junio del año pasado denunció con valor la discriminación y la violencia en contra de las minorías religiosas en Paquistán, por lo que ordenó al gobierno, con una ordenanza, la institución de un Consejo Nacional para los Derechos de las Minorías.
Su postura fue recibida por los cristianos paquistaníes como «una intervención que refuerza el estado de derecho». Justamente lo que se requiere en el caso de Asia Bibi, que desde hace cinco años se en
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